
Se considera que una persona está sufriendo un golpe de calor cuando su temperatura corporal es superior a los 40 grados. La temperatura normal del organismo humano es de 37 grados. Nuestro cuerpo cuenta con una serie de mecanismos para regular cualquier cambio de temperatura, por ejemplo, con el sudor.
Cuando se sufre un golpe de calor estos mecanismos dejan de funcionar, produciéndose un colapso físico que puede derivar en daños neurológicos o en la muerte. Este shock térmico es uno de los casos más graves de hipertermia. Este sobrecalentamiento corporal se produce a consecuencia de un fracaso agudo de los mecanismos que tiene el cuerpo para regular su temperatura.
Dado el cambio climático generalizado que estamos sufriendo en todo el planeta, las olas de calor son un fenómeno cada vez más constante. Por ello, es importante que sepamos detectar los síntomas de un golpe de calor y conocer una serie de pautas de prevención, especialmente recomendables para proteger a los niños y personas mayores de los estragos del calor, pues son los más vulnerables y propensos a sufrir un colapso.
Pero, tampoco es necesario que haya una ola de calor para tomar precauciones o estar alerta. En verano las altas temperaturas y la humedad excesiva puede dar lugar a un golpe de calor o insolación.
¿Diferencias entre golpe de calor e insolación?
Ambos términos se utilizan para denominar a situaciones de alto riesgo para la salud y que están relacionadas con la incapacidad del organismo para regular un aumento peligroso de la temperatura corporal y que ambas pueden terminar en un colapso o muerte.
El golpe de calor es cuando la persona tiene una alta temperatura corporal durante un espacio considerable de tiempo, por ejemplo, al hacer una actividad física en un día de excesivo calor. Los síntomas más evidentes son fiebre alta, sudoración excesiva, mareos, calambres o taquicardia. En una etapa posterior, previa al colapso, los síntomas serían convulsiones, alteración de la conciencia y, en algunos casos, vómitos o nauseas.
La insolación (también conocido como “golpe de sol”) hace alusión al efecto de estar expuesto directamente a los rayos del sol, por ejemplo, tras una jornada de exposición solar en la playa. Los síntomas más frecuentes son sudoración excesiva, baja presión arterial, piel roja, sequedad, calentura generalizada, mareos y confusión mental.
¿Cómo actuar ante un golpe de calor o una insolación?
Ante este tipo de emergencias, vamos a dar una serie de pautas importantes:
- Lo primero es llevar a la persona afectada a un lugar de sombra, fuera de la acción directa del sol, en un sitio fresco. Lo ideal es colocarla en posición semisentada y con la cabeza levantada para favorecer la respiración.
- Llamar a urgencias, especialmente si los síntomas son agudos o si se trata de personas mayores o niños.
- Desvestir a la persona afectada y poner compresas o pañuelos mojados con agua fría en las axilas, entrepierna, frente y nunca principalmente. También, se le puede abanicar o acercar un ventilador o aire acondicionado a una potencia leve o moderada.
- También se le puede dar un vaso de agua o bebida isotónica no muy fría y que se debe tomar a sorbos cortos, poco a poco. Importante que el agua no esté congelada y que se administre muy poco a poco para que no haya un shock térmico.
- Nunca nos tiremos de golpe a una piscina o río en el que haya agua fría, el cambio súbito de temperatura puede agravar los síntomas. Siempre debe ser de forma progresiva y comenzando por agua templada para evitar un shock térmico.
- Controlar la temperatura cada 10 minutos, así como su nivel de consciencia para comprobar si el problema se agrava o mejora.
- Si no se recupera, hay que tumbarla de lado y con las piernas flexionadas.
- Si pierde el conocimiento y no respira, debemos realizar las maniobras de reanimación cardiovascular básicas (RCP) y avisar al 112 inmediatamente si no lo hemos hecho antes.
Consejos para prevenir un golpe de calor
A continuación, damos una serie de pautas a seguir para evitar un golpe de calor, especialmente recomendable para personas mayores o niños.
- No realizar ejercicio físico ni exponerse al sol en las horas más calurosas, especialmente entre las 11.00 y 18.00 horas.
- Hidratarse continuamente. Beber agua o líquidos continuamente.
- Evitar la sobreexposición solar.
- Utilizar gorra, sombrero o similares para evitar la incidencia del sol en la cabeza.
- Usar cremas de protección solar e hidrantes o “after sun” al final del día.
- En la playa o piscina, remojarnos continuamente y llevar sombrilla para las horas de máximo calor.
- Utilizar ropa holgada, ligera, transpirable y blanca o de colores claros. Especialmente recomendable son tejidos como el algodón o lino. Además, aconsejamos el uso de gafas de sol homologadas.
- Evitar comidas copiosas. Se debería consumir fruta, zumos, gelatinas, sopas frías, ensaladas y verdura fresca. También hay que evitar el alcohol y la cafeína, ya que contribuyen a la deshidratación debido a su efecto diurético.
- Permanecer en espacios ventilados y frescos.
- Salir a pasear al caer la tarde, cuando la temperatura haya bajado de forma notable.